Caí en cuenta que la manera como nos manejamos en la vida quizá encuentre una buena metáfora en la experiencia de manejo en sí. Veamos, para empezar la manera como aprendemos a manejar autos es un ejemplo muy usado e ilustrativo de nuestro proceso de aprendizaje adulto.

Al inicio un experto nos tiene que enseñar con paciencia los conceptos, la lógica y secuencia de acciones que nos permiten conducir el vehículo. Luego nos muestra como lo hace él y nos invita a realizar parte del trabajo a su costado o montado en sus piernas. Nos toca mover sólo la palanca o el timón mientras él hace el resto. Posteriormente nos acompaña al costado y nos va corrigiendo con paciencia de padre y buen humor mientras cometemos errores que parece haber anticipado. Si le toca tomar el timón drásticamente por uno segundos para evitar un accidente, lo hace pero luego nos devuelve el control e insiste en que lo hagamos de manera independiente. Una vez que tenemos cierta práctica, pasamos de una etapa en la que tenemos que estar completamente conscientes de los pasos para hacer cambios sin ver la palanca mientras movemos el timón, a una en la que es automático, no lo pensamos, no estamos conscientes de tener que hacer esto o lo otro, simplemente lo hacemos en “transparencia”, sin reparar en ello, sin tener que recurrir conscientemente a nuestra memoria o las lecciones que nos dieron. Eso en coaching lo conocemos como el circuito virtuoso del aprendizaje que permite llevar a una persona de una incompetencia inconsciente (no sé que soy incompetente en manejar) a una incompetencia consciente (me doy cuenta que no sé y me falta), luego a una competencia consciente (logro hacerlo pero no fluyo haciéndolo) para finalmente lograr llegar al  nivel de competencia inconsciente (ejecuto con cierta maestría en total transparencia). Este proceso visto desde quien enseña, es un también un gran ejemplo de empowerment o delegación efectiva.  Primero enseñamos desde los conceptos, nociones,  ideas y contexto general (pizarra), luego vamos haciendo y compartiendo parte de la ejecución con el aprendiz. Vamos de menos a más y siempre cuidando de tomar el timón cada vez que él aprendiz puede provocar un error grave. Una vez que agarra confianza, vamos soltando más y cediendo el protagonismo en la ejecución para finalmente acompañar vigilante y pacientemente su evolución mientras corregimos  sus errores con cariño y sutileza.

palanca-3Por otro lado, los autos pasaron de tener una caja cambios que antes sólo llegaba a 4 o 5 cambios como tope, a una caja de cambios automática.  Creo que eso, marca un hito en la manera como manejamos en la pistas de las ciudades tanto como en las pistas de la vida. Y es que cuando estábamos en control de los cambios, estábamos más presentes en la experiencia de manejo, más en control de la velocidad y llevábamos las riendas de estos caballos de acero más cortas, esto es, acelerábamos y frenábamos con cambios además del acelerador y freno, teníamos el auto a más revoluciones por minuto y siempre en la velocidad ideal (enganchado) para salir de un aprieto o adelantar ni bien se diera la oportunidad.

En esa época, había menos highways, los caminos eran más estrechos, había mucho menos tráfico y en el auto no se podía más que manejar y escuchar música (hoy trabajamos, hablamos por teléfono y hasta chateamos en el trayecto). No había waze que te llevara sin pensar a cualquier destino, había que estar más atento a la ruta y no desviarte mucho del plan inicial si querías llegar a destino. Llegaron entonces los cambios automáticos y pasamos a “mejor vida” pues ya nos estaban saliendo cayos en los pies de tanto acelerar y frenar, poner primera, segunda y tercera y primera otra vez en este tráfico de terror. Se hizo nuevamente más placentero y cómodo el viaje. Al rato, también un poco menos entretenido y en ocasiones extrañamos el vértigo y utilidad de tener el caballo con rienda más corta listo para salir a toda velocidad de ser requerido. Gracias a Dios los genios de la industria automotriz crearon la caja secuencial que es una maravilla pues permite lo automático y mecánico en paralelo y cuando uno lo decide.

Así, en ocasiones queremos ir relajados, sin pensar mucho en lo que estamos haciendo y concentrados en cualquier cosa menos en el auto, la ruta, el tráfico o el contexto, entonces vamos en “automático”. En otro momento, queremos la experiencia, el vértigo, la velocidad, la fuerza, el control total y recorrer el camino sin pensar en nada más que eso, completamente enfocados en el camino.

palanca-2De manera similar en la vida, hay momentos en los que estamos como una highway, estamos bastante cómodos y contentos con lo que nos pasa y nos rodea. Nos gusta lo que hacemos y donde lo hacemos, estamos tranquilos con nuestra situación económica y anticipamos un largo trayecto pacífico y en línea recta por buen tiempo. No llevamos prisas, no tenemos mayores pendientes en la cabeza, nos acompaña en el auto nuestra familia y sentimos una suerte de respiro que nos conecta con el aprecio, agradecimiento y alegría y con suerte nos sentimos cómodos y tranquilos en términos físicos, emocionales y espirituales. Claro, puede ser que en nuestra vida en ese momento, todo esté de cabeza pero aun así seguramente no querremos tener que pensar en hacer cambios mientras vamos por la carretera de doble vía.

Lo sabroso de esta vida, entre otras cosas, es que hasta la carretera más larga tarde o temprano termina en curvas y generalmente mientras más larga la recta de la comodidad, más sinuosas, peligrosas y cerradas las curvas que se anuncian. Ahhh pues, ahora sí que dejamos los cambios automáticos, la velocidad crucero, le bajamos a la música y nos ponemos en “en control total” de nuestra vida. Entramos a curvas, bajamos uno y dos cambios, tomamos fuerte el timón, nos pegamos bien al diseño de la curva y usamos los frenos, bajamos dos cambios más si la cosa se pone fea y usamos motor, freno y timón para seguir el peralte natural de la curva. Encontramos otros autos en ruta y buscamos esquivarlos cuando van muy lento y seguirlos si van a la velocidad que nos acomoda. En la vida nos pasa igual, muchas veces se nos anuncian las curvas con grandes letreros y otros más pequeños pero no los vemos o no los queremos ver, luego simplemente llegan y nos despiertan de esa transparencia y comodidad en la que viajábamos, no hay más tiempo, toca tomar el control entonces y hacerse a la nueva ruta.

Claro que podemos pasar las curvas en automático, nos exige menos energía y concentración pero también nos resta capacidad de reacción y respuesta además de ser menos divertido. Por cierto, mucha gente se pasa la vida entera en automático y parece ser feliz así, no lo juzgo, no sólo es válido, es quizá lo más sabio estar siempre con la mente en vivir y no con los ojos y la atención puesta en el objetivo, la ruta y cómo te manejas en ella.

Al final del día, como muchas cosas, es un tema de elección de cada uno. Particularmente vivo con el mantra de ser feliz en la ruta y no esperar a llegar al destino felicidad, pero cuando la vida me trae curvas, escojo la caja mecánica, el control total, quiero el vértigo, la diversión, la seguridad que me ofrece el estar a cargo de “dirigir” mi auto hasta el límite de mis posibilidades (lo que está en mi círculo de influencia). Eso lo siento también como vivir intensamente y me gusta esa idea, me atrae, saca lo mejor de mí, me llena ganas de hacer y conquistar, me hace vibrar en otra frecuencia, me empodera y recarga de energía, me siento más presente, conectado y consciente. Me siento vivo.

¡Vamos hombre, mira los letreros, lee las señales. Si la vida te trae curvas, baja un cambio o dos y toma el control total de la situación!

Nos hablamos el próximo domingo..